Una escalera en español en Berlín
No resulta fácil imaginar la existencia de un mundo de bohemios y artistas
de habla castellana deambulando bajo el cielo gris de la renacida capital
alemana. Si París era un sitio mítico en las épicas de la imaginación latinoamericana
a mediados del siglo XX, y España el destino cálido de los años ochenta y
noventa, las cosas han ido cambiando – en parte, admitámoslo, por el
desbarranque de la economía ibérica – y muchos más que los que se piensa hemos
ido expandiendo nuestros itinerarios hasta paisajes que, probablemente,
hubieran sido inimaginables años atrás, como este desapacible Londres del
Brexit indeciso, e incluso el lejano Berlín.
Es el caso de José Luis Pizzi,
quien después de haber asumido en los ochenta – como hombre de leyes – la defensa de casos
perdidos (casi lo eran entonces todavía los derechos de los homosexuales, por
ejemplo) en un Buenos Aires al que – como tantos otros – había emigrado desde
su pueblo provinciano natal, desembarcó en Madrid para terminar, aventuras
económicas, afectivas y existenciales de por medio, en este Berlín que -
entretanto – se iba convirtiendo en un espacio central de las nuevas culturas
europeas. Y quien dice europeas dice – por mucho que a veces nos moleste
admitirlo – en las capitales culturales del mundo.
Gestor y promotor cultural a través de la histórica librería La Escalera –
ubicada en el barrio de Prenzlauer Berg de la capital alemana – el argentino nunca ha
olvidado tampoco su mayor pasión: escribir. “Son todos canas, son todos putos”, y “Menopausia, una vida sin reglas”, son dos textos primerizos, que
finalmente llevaron a lo que él mismo reivindica como su primera novela: “Leidis. Ij jabe Junga”, que tras su título
impronunciable esconde – en clave de comedia policial (o lo que sea) – parte de
su azarosa experiencia tras la llegada al país de la Merkel: un inmigrante
tardío que luego de diversas búsquedas laborales y la inevitable actuación como
exótico parrillero de festicholas alemanas, termina inesperadamente recuperando
su profesión de abogado, en un singular bufete que tras el asesoramiento
jurídico a la creciente colonia española, oculta una turbia organización
dedicada al lavado de dinero sucio.
De allí en más,
Mazzini – presunto alter ego de Pizzi – se ve envuelto, como era de prever, en
las más complicadas situaciones en tono de novela negra, con las consabidas
palizas, persecuciones y avatares de rigor, en un escenario en el que no
alcanza a comprender por momentos cuál es su propio papel en la historia. Sin
que, desde luego, deje de hacerse presente el sexo encarnado en la explosiva
Beate – amante, cómplice y ¿traidora? al mismo tiempo -, culminando en un final
insólito y quizás sutilmente disparatado.
La novela fue
publicada en 2018 por la editorial argentino-germánica “Abrazos”. Pero Pizzi no
se rinde y acaba de dar a conocer una nueva novela que – al momento de escribir
este comentario – está presentando en Buenos Aires y otros varios sitios de la
patria natal. Se trata de “El actor”,
y ya tocará hablar de ella más adelante. Por ahora, nos quedamos con este breve
apunte sobre este argentino, nómada impenitente como muchos de nosotros, quien
ha logrado crear en Berlín un sitio propicio para recordar que nunca se está
del todo lejos si la lengua nos acompaña. “Poca gente comprende lo bien que nos
hace ver a una muchedumbre hablando tu propio idioma. Desaparece la amargura,
se esfuma esa viscosa mezcla de tristeza y rabia contenida”. Lo sabemos.
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