Fernando Guibert, artista plástico

Llegó a Londres en 1989 para exponer dibujos en una galería de Black Head, pero como él mismo asegura, fue una buena excusa para salir de la Argentina en unos tiempos en los que las colas en los consulados de España e Italia de Buenos Aires ocupaban cientos de metros para obtener nacionalidades europeas. Tenía algo más de 20 años, y hacía tiempo que se planteaba emigrar. No congeniaba por entonces, con el sector predominante en el arte moderno argentino, cuyo pope indiscutible era el crítico Jorge Glusberg. Fernando Guibert era profesor de arte y ya traía una trayectoria artística por detrás, y una empresa londinense lo contrató para trabajar en serigrafía, así que aquí está desde entonces.
“De todos modos, cuando legué era muy inocente. Me paseé por interminables galerías con mis dibujos y muy rápidamente me di cuenta que el mercado británico no era cosa fácil – recuerda – Pero yo nunca aflojé, siempre estuve convencido de que mi obra iba a encontrar su espacio. Aprendí mucho, incluso empecé a hacer grabado aquí, en Londres”.
“Yo tenía una fascinación adolescente con Gran Bretaña, y por suerte hizo que eso no me hiciera sentir ajeno, y enseguida pude empezar a dar clases de Arte en Newham, donde sigo hasta el día de hoy. Quizás por eso no tuve una integración traumática. Y aunque el mercado del arte es un verdadero problema y más en un sitio como Londres donde hay una dependencia tan grande de los negocios, tuve suerte porque mi obra ha gustado a ciertos particulares y siempre he tenido compradores. Aunque por supuesto que llegar a mantener una continuidad de muestras en galerías importantes o entrar en el círculo de los consagrados es complicado, interviene el talento, por supuesto, pero también la suerte o las concesiones a unas tendencias estéticas predominantes que no siempre tienen gran contenido artístico. Pero yo soy muy escéptico de las modas, prefiero hacer lo mío como me parece”.
Fernando lleva encima una señal que nunca se sabe si es buena o mala para la propia personalidad: su padre fue también un destacado  artista: poeta y pintor, era amigo de gente como Borges u Oliverio Girondo a quienes el hijo conoció personalmente, y tenía una enorme biblioteca de arte que inspiró su elección creativa. (Sin contar con la anécdota de que su ascendencia familiar se origina en un soldado escocés que se quedó en el Río de la Plata después de las Invasiones Inglesas, en 1807). De hecho, el año pasado Fernando montó una muestra que unió sus trabajos pictóricos a los de su padre (que, para colmo, también se llamaba Fernando). Fue en la Cripta de Saint-Pancras Church, y es hasta ahora su más reciente trabajo: Generations. “Él fue una gran influencia, y fue una gran oportunidad de homenajear su pintura”, cuenta.
Cuando se le pregunta sobre sus propias tendencias estéticas, recuerda que “es muy difícil explicar la propia obra con palabras: son las imágenes las que debieran mostrar al público las ideas de donde parten, pero en general en mi obra trato de expresar las dificultades de la relación con este complejo mundo que vivimos, el conflicto con la naturaleza y con la realidad”. Reconoce asimilar en su trabajo influencias del surrealismo o el expresionismo, pero asegura que pretende ”asombrarse a sí mismo”, tratando de buscar un “realismo personal”. Dice haber sido influido por clásicos muy antiacadémicos como Goya o el Bosco, aunque admite que lo suyo podría emparentarse, quizás, con la “nueva figuración” argentina de los 70. “La ventaja del ambiente artístico inglés – señala – es que es extremista: conviven el academicismo más cerrado con vanguardias como Tracy Amin o Damien Hirsch, y eso lo convierte en un ámbito realmente rico para crecer”.
En este momento Fernando Guibert prepara una muestra para este año, y está muy interesado en trabajar sobre la Divina Comedia de Dante, que le encantaría ilustrar. Lo seguiremos

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