Un desafío doble

Entre ínsulas y penínsulas: haiku narrativo y otros microcuentos. Sevilla, Cuadernos Di-fusión, 2017
Los microrrelatos están de moda. En tiempos de twiter y facebook, cuando es cool vivir acelerado, no hay tiempo para perder demasiado en la lectura. Será por eso que el mercado de los “microcuentos” se esparce por doquier. Lástima que muchos crean que de lo que se trata es simplemente de escribir un cuento cortito, un resumen – digamos – de lo que podría haber sido (caso de que, naturalmente, el autor hubiese sido suficientemente talentoso para ello) un cuento con todas las de la ley. Y no. Se confunden de punta a punta. Cuentos y microcuentos son dos géneros diferentes, cada uno con la misión de conseguir un efecto sobre el  lector, a partir de determinados procedimientos textuales, y por tanto (dentro de lo que pueda llamarse ”regulación” en el arte literario) con sus propias reglas. Escribir un microcuento es un desafío, no un facilismo. Con mejor o peor resultado, estos jóvenes escritores debutantes  se han arrojado a ese desafío con claridad de ideas, sabiendo a dónde quieren ir.
En esa epocal  confusión no parecen haber caído los autores de este libro que reúne cincuenta textos de este género. Con mejor o peor resultado, estos jóvenes escritores debutantes  se han arrojado a ese desafío con claridad de ideas, sabiendo a dónde quieren ir.
Pero como si ajustarse a las normas del género (no es casual, dicho sea de paso, que estos microcuentos compartan espacio con algunos haikus, género poético rígido por excelencia) ya no fuera un desafío en sí, estos audaces amantes del “más difícil todavía” lo hacen en una lengua que no es la suya: el castellano.
Y es que se trata de jóvenes estudiantes británicos de la University College of London, especializados en lengua y literatura en español, quienes suscriben la autoría de estos textos audaces y – en su conjunto – logrados. Relatos que abarcan los temas más variados, pero siempre respetando esas características esenciales del género:  el desenlace súbito en que en una frase final da sentido a la historia, la ironía sugerente, incluso la intertextualidad en muchos casos.
Es dable suponer que gran parte de ese mérito (aparte de ellos mismos) debemos adjudicársela a su mentor, el profesor Tyler Fisher, que por cierto también se apunta al desafío doble incluyendo textos propios.

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