Muere el escritor argentino Abelardo Castillo

Escribe ENRIQUE D. ZATTARA
 “Murió Abelardo”, me wathsappea una amiga de Buenos Aires. Ha muerto Abelardo Castillo. No le tocó la lotería del “boom latinoamericano”, y cuando todos se dieron cuenta de la injusticia, ya era demasiado grande para ponerlo en la casilla de la “nueva literatura”.  Por eso, salvo en su país, no tiene todavía el reconocimiento que su obra merece. Fue uno de los mayores narradores de la historia de la literatura argentina. Y un escritor siempre polémico y comprometido. Pero fue, sobre todo, un maestro para gran parte de mi generación, y más.  El mío, por lo menos. Los jóvenes, parafraseando a Borges, le copiábamos hasta la manera de escupir. Lo de maestro, en mi caso, no es pura metáfora: fui su alumno de Taller cuando todavía no tenía (yo) los veinticinco años, y a esa edad me dio la oportunidad de ser uno de los fundadores de El Ornitorrinco. En pocos meses, se han ido Piglia y Abelardo, y seguramente otros más que no me he enterado. Demasiado para la literatura argentina. No digo que descansen en paz, porque sé que tras la muerte los verbos no funcionan. Queda su literatura

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