Teatro, política e identidad
María Estévez-Serrano es una actriz española, madrileña para más datos, que llegó a Londres hace ocho años, con el propósito concreto de mejorar sus estudios en un lugar que, sin duda, está considerado como uno de los centros mundiales del teatro. En la actualidad, desempeña su profesión principalmente al abrigo del espacio teatral generado en la Calder Bookshops, una librería especializada en teatro y política, ubicada enfrente mismo del Young Vic Theatre, y que posee además una pequeña y entrañable sala donde se desarrollan permanentemente ciclos de teatro y de charlas y debates sobre la actualidad política mundial.
En este momento, justamente, es una obra de formato corto sobre el tema de los “fondos buitres” y su incidencia en las economías, la que está concentrando su trabajo, que ya lleva varios años y a la que se ha sumado el reciente estreno de “Heaven”, una obra sobre los paraísos fiscales. Pero al mismo tiempo, está trabajando en la preparación de una obra de la que ella misma es creadora. Obras que no terminan en el escenario, sino que son movilizadores de un debate que empieza en la sala misma, apenas acaba la representación.
- Creemos que es una buena idea presentar estos temas, que a veces para la gente pueden resultar complejos y un poco técnicos, desde una forma lúdica y estética – señala María explicando los objetivos del grupo - . Para mí el teatro es un fin en sí mismo, pero también es una herramienta para acercar al público cuestiones que de otro modo serían menos accesibles. La Calder es un espacio que históricamente, ya desde el propio Calder que la fundó y que era el editor de Beckett, se ha centrado en el teatro, filosofía, pensamiento político y esencialmente el teatro político. Londres está lleno de teatro para todos los gustos, pero es importante que haya salas alternativas dedicadas a géneros específicos, como ésta. Y hay un error, un estereotipo, cuando se piensa que el teatro político es un teatro panfletario, o muy intelectual: el nuestro utiliza malabares, cabaret, humor, formas muy lúdicas.
Para María, el compromiso social es parte de su identidad, y no sólo un momento circunstancial de su carrera. “Eso no significa – aclara – que no pueda hacer un musical, o una obra de cualquier otro género, ya sea por puro divertimento o simplemente, también hay que decirlo, porque hay que pagar el alquiler”.
Es inevitable hablar de la barrera que significa el idioma. Un tema que apartó a María del teatro los dos primeros años de estadía en Londres: “Sin un manejo bueno del idioma, como actor tienes las manos atadas”, dice. “No había un gran público hispanohablante para el teatro aquí, y sobre todo no había compañías. Yo trabajé cuatro años con Teatro Siete, un proyecto hispanohablante, y no hice mi primera obra en inglés hasta 2011”. “Y a veces – remarca - te encierran en un estereotipo: si eres extranjero te dan papeles de extranjero, y encima tienes que responder a un estereotipo. Me ha pasado más de una vez que en algún casting me han cuestionado por no parecer española, y resulta que hay un estereotipo de lo que se supone es ser español, y es lo que la industria te exige”. Mr. Marshall, como siempre. Y por añadidura, ser mujer: “Parece mentira que todavía haya que reivindicar la diversidad. El porcentaje de mujeres dirigiendo es ínfimo en Londres. Y los directores de programación generalmente no eligen obras escritas por mujeres. O existe todavía esa idea de que una mujer bonita no puede hacer papeles serios”. Contradiciendo esas convenciones, María está actualmente preparando, junto a Luis Gayol, una obra cuyo borrador original ella misma ha creado, aunque el resultado final será un trabajo colectivo que esperan estrenar el año próximo.
Londres, se dice hasta el cansancio, es una “ciudad de paso”. Y esa es una complicación añadida para toda aquella actividad artística que funciona como acción grupal. “Te juntas con gente que comparte los proyectos, pasas un montón de tiempo desarrollándolos, y cuando eso empieza a tomar vuelo, siempre hay algún miembro del grupo que se tiene que marchar, sea por razones personales, visas, otros proyectos, cuestiones económicas. Es muy difícil concertar energías en un trabajo común y después mantenerlas en el tiempo, consolidarlas”.
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