"El cine argentino siempre ha sabido reinventarse"

Hace apenas un par de semanas, el Festival de Cine Argentino en Londres adelantó su habitual fecha de noviembre, para desarrollarse en pleno verano, a mediados de agosto  concretamente. Este año, la estrella de la muestra fue el laureado director Pablo Trapero, que además de pre-estrenar en Londres (de hecho, se estrena oficialmente el 16 de septiembre, para quienes no hayan podido verla en el festival) su última película El Clan (de la cual hicimos una extensa reseña en esta misma sección hace tres semanas), proyectó también otras tres, Mundo GrúaEl bonaerense y Carancho, en todos los casos con la presencia del realizador quien respondió a las preguntas del público asistente. Aprovechamos la oportunidad para hablar con Trapero en una extensa entrevista que aquí resumimos.
Pablo Trapero es mucho más joven de lo que su ya extensa filmografía parecería sugerir: no ha llegado todavía a los 45 años. Pero ya ha filmado ocho películas (mas una en colaboración con otros seis prestigiosos directores internacionales), además de acreditar una extensa trayectoria como montajista y productor. Tenía 26 años cuando rodó Mundo grúa, un filme en blanco y negro que se adentra en el conflicto de un hombre que ya supera los cincuenta para conciliar su vida personal y sus sueños con la dura realidad del desempleo en la Argentina de los años 90. Su primera película lo proyectó inmediatamente como una figura exitosa al menos en el nivel de la crítica, en una línea argumental que el cine argentino por entonces no frecuentaba. “Era los años de la plata dulce, del uno a uno – recuerda refiriéndose a la ilusión tramposa  de la economía menemista – nos hacían creer que estábamos en el primer mundo, en fin, toda esa fantasía que se pinchó como un globo pero que era muy fuerte entonces. Y que en ese marco yo me pusiese a hacer una película como esa era una rareza.  Yo me siento parte (y continuación) de ese cine que siempre se hizo en la Argentina, con ambientes y personajes que tienen que ver con la gente común; pero en ese momento quizás los directores jóvenes renegaban un poco de esa tradición, y lo que la crítica señaló en ese momento fue que la película produjo como una ruptura. En realidad, no es que haya sido un acto premeditado, sino más bien el intento que cualquier director te puede corroborar, de hacer lo que a uno le gustaría ver”.
La película, hecha con escasos recursos, le llevó varios años de rodaje, pero los galardones obtenidos en el Festival de Venecia sorprendieron al mismo Trapero. “Era el sueño del pibe, como ser futbolista y llegar al Mundial. Me llevó varios años entender la verdadera dimensión que eso significaba, no sólo para mí sino para el cine latinoamericano en general, como me dicen mis propios colegas”, asegura. “Pero lo principal –agrega – fue que me permitió seguir filmando con continuidad”. La suya fue, de hecho, una carrera de ascendencia acompasada y continua, sin grandes saltos, hasta llegar a El Clan. “Eso me permitió tener mucha libertad para buscar mis propios temas, mi propio lenguaje; y además me dio una relación creciente y constante con el público, pero no sólo en Argentina, sino en Europa, donde se estrenaron todas mis películas también”.
El cine de Pablo Trapero es un cine político, y él lo admite, pero el tratamiento no es el habitual sino que se adentra en aspectos en los que habitualmente otros autores “comprometidos” prefieren pasar de puntillas. “Por definición – dice – el cine es un hecho político. Por empezar porque todo aquel que cuenta algo está tomando una posición aunque pretenda lo contrario. Y después, por el poder que tiene el cine en la calle, en el espectador. Pero yo no creo en el cine panfletario como género, yo quiero hacer un cine donde en la historia que se cuenta lo político te sale al paso, pero en realidad el enfoque es al revés que el del cine político más tradicional. Como espectador, siempre me he sentido incómodo con un director que me quiera explicar cómo es el mundo y cómo tengo que pensar. Yo pretendo provocar una reflexión”. Aunque los temas que Trapero elige, que transcurren casi siempre alrededor de la corrupción de las instituciones (y de las personas), de ciertos submundos que subyacen siempre a los hechos políticos, no son fáciles de digerir. Y menos en una Argentina tan polarizada como la actual. “Cualquier cosa que hagas públicamente – reflexiona – hace que te cuelguen etiquetas: están los que te endiosan y los que te crucifican, de acuerdo a lo que interpretan que quisiste decir en tu película. Obviamente siempre va a ser así. Pero la prueba de que las películas llegan es que siempre han tenido buen resultado de taquilla. Y yo he hecho cine en el menemismo, en tiempos de De la Rúa, en el kichnerismo y ahora en el macrismo. Intento que las películas sean las que digan lo que tienen que decir, no forzar al espectador para ponerlo de un lado o de otro”.
El momento del cine argentino es evidentemente un momento dulce, con premios internacionales por doquier y resultados sorprendentes en la taquilla. Pero uno podría pensar que tanto suceso pueda terminar en el riesgo de “morir de éxito”, es decir, de estancarse en un cine comprobadamente eficaz para el público pero escasamente innovador o investigador de otros lenguajes. “Yo espero que no pase – opina el director argentino -. Creo que lo más interesante que le pasa al cine argentino, además de su éxito, es que hay una diversidad tal de películas y estilos que hacen que el público sienta que puede encontrar el cine que a cada uno le interesa. El día que todo se convierta en una fórmula va a desaparecer. Pero en ese sentido soy muy optimista, porque el cine argentino tuvo siempre, en toda su historia, una gran capacidad para reponerse de los malos momentos, para reinventarse cuando es necesario. En momentos buenos y malos, el cine argentino siempre estuvo buscando. Y lo que me resulta todavía más esperanzador, es que en la Argentina el público sigue yendo al cine y apreciándolo como parte de su vida. Si cada uno de los que hacemos películas nos mantenemos en nuestras propias elecciones, soy optimista de que eso no va a pasar”

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