Londres desde la mirada de un peruano

Crónicas de Londres, el último libro del joven narrador peruano Gunter Silva Passuni, reúne once relatos cortos caracterizados por una temática común, la de la soledad y el desarraigo del inmigrante frente a una realidad soñada que es, al mismo tiempo, su utopía y su pesadilla. A excepción de uno de los relatos, todos los inmigrantes –de muy diversas condiciones y situaciones sociales- vienen de Latinoamérica (aunque no todos del Perú, como el propio autor); y a excepción de dos de ellos –ambientados en París- todos transcurren en Londres, centro de un peregrinaje en busca de objetivos tan aparentemente disímiles como la prosperidad económica o el triunfo artístico, pasando casi siempre –como es natural- por los placeres y sinsabores del sexo.
Silva sintetiza en este libro muchas de las experiencias propias de quien viene desde otras tierras al siempre asombroso mundo de la capital británica, y retrata esas experiencias desde diversos lugares, sin ceder a la tentación de estereotiparlas: un limpiador de ventanas (“La limpieza es la profesión de los latinos”, asegura el personaje) puede terminar perseguido como en un thriller de novela negra sólo por haber accedido al dudoso privilegio de follarse a una mujer rica (“Homesick”); pero también un catedrático universitario enredarse casi inocentemente en los engaños de unos falsificadores (“El artista”). Por otra parte, también vence el autor la tentación maniquea de dividir el mundo en inmigrantes buenos y nativos aprovechadores: es su propio compatriota Maximiliano quien traiciona al ilusionado universitario de “Poeta muerto” al revelar los plagios con los que ha sustentado su prestigio académico.
Existe sin embargo, una suerte de “destino” en estos personajes, que como en la tragedia griega siempre se encuentran con el punto de su “anagnórisis” reveladora que los devuelve al punto de partida; desde el testimonio de un verano de amor y sexo que derrumba la pantomima de una boda de falsos invitados (“La foto perfecta”); hasta el frustrado desvirgamiento de Pablo en “Lonely in London”. Y ese punto tiene que ver, casi siempre, con la situación de los protagonistas en la escala social. Como el mismo Gunter Silva ha insistido, sus personajes –sus inmigrantes, básicamente- son “perdedores”, pero lo son no por llevar en sí mismos esa pulsión de muerte propia de un César Vallejo, sino por encontrarse de algún modo atrapados en la red previa tejida por su situación en la que se entrecruzan desarraigo y posición social. Entre los dos amigos que utilizan su gira musical por las capitales europeas para intentar consumar al fin su ansiedad sexual, el que más cerca del éxito está siempre es, por supuesto, el que ha tenido una educación que le permite, por ejemplo, dominar el inglés. Y el ingenuo muchacho que fantasea con el posible plus sexual de su solicitado matrimonio de conveniencia, se encuentra al final sólo con la policía que lo deportará.
Silva asegura que el libro es un homenaje a Juan Ramón Ribeyro, narrador peruano que –como el propio Vallejo- vivió su voluntario exilio europeo en nada fáciles circunstancias económicas. Pero los perdedores de Ribeyro llevan en sí ese “destino” como un componente más fatídico que los de estas “Crónicas de Londres” donde la circunstancia social es mucho más determinante que la psicología propia. Señales de ese mundo de origen abundan por doquier en los relatos de Silva: por ejemplo, la profusa mención de las marcas, que sirven –en una sociedad radicalmente consumista como la nuestra- para ubicar socialmente a los personajes (aunque a veces, también hay que decirlo, su uso se antoja excesivo).
El autor elige, sin duda intencionadamente, un sector de la realidad muy focalizado para la totalidad de los relatos que componen el libro: el mundo de expectativas, experiencias y frustraciones del inmigrante de la periferia en un centro del mundo como es Londres. Este elemento monotemático, que por un lado da unidad al libro, tiene al mismo tiempo el peligroso efecto de resultar un tanto reiterativo. Y puestos a hilar fino, debiéramos apuntar que tal vez la mayor debilidad que muestra Silva como narrador sea una especie de “indecisión” en la elección de sus finales: si “Vino tinto en Mac Donalds” concluye con un cierre perfecto; o “Lottie”, por el contrario, con un inquietante final abierto; lo cierto es que en la mayoría de los relatos se echa de menos ese giro final (en un sentido o en otro) que convierte al cuento en ese mecanismo capaz de “ganar por KO”, como decía Cortázar. Efectivamente, quizás la mayoría de estos cuentos sólo “ganan por puntos”. Pero el tiempo también sirve a los escritores para pulir esas técnicas. Vale la pena, seguramente, desear que tengamos pronto otro libro de este autor peruano que ya ha sido merecidamente recogido en algunas antologías e incluso traducido al inglés. Pero no sin antes haber degustado lentamente estas “Crónicas de Londres”

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