Vélez-Málaga, culpable del Quijote

Entre las páginas del QuijoteMiguel de Cervantes intercaló algunas historias independientes, construidas a la manera de las Novelas Ejemplares. Una de ellas es la de El Capitán cautivo (capítulos 37 a 41), en la que la acción se desarrolla en parte en el municipio malagueño de Vélez-Málaga. Antonio Jiménez, polémico ensayista de esa localidad, ha editado hace algunos años estos capítulos al margen del resto de la gran novela, con ilustraciones del desaparecido artista plástico Francisco Hernández. Pero lo más interesante de este libro es un estudio que demuestra que el propio Cervantes estuvo en Vélez como recaudador de la Corona, y que el impago de esa recaudación a las arcas reales fue lo que provocó su encarcelamiento en la prisión de Sevilla, lugar en donde comenzó a escribir la magna obra de la literatura española.

En octubre del año 1497, Miguel de Cervantes y Saavedra, autor en su juventud de dramas sin éxi­to, militar destacado en la histórica batalla de Lepanto contra los turcos, y prisionero cinco años en Argel, es ingresado en la Cárcel Real de Sevi­lla. Un juez por demás corrupto, un tal Baltasar de  Vallejos, ejecuta sin dilaciones su condena por no  haber rendido a la Corona alrededor de 80 mil  maravedíes del cobro de alcabalas atrasadas, cuya  gestión se le había encomendado algunos años antes en varios puntos del Reino de Granada. En esta sórdida prisión sevillana, en donde el más famoso manco (había perdido la movilidad de su mano izquierda  en Lepanto) permaneció seis meses hasta que un magistrado más comprensivo revocó su sentencia, comenzó a escribirse la mayor de las obras litera­rias de la lengua castellana: el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Sabemos ya que dentro de las páginas de ese libro, de cuya primera edición se han cumplido más de 400 años, aparece intercalada (entre los capítulos 37 al 41), la historia de un capitán cautivo de los turcos que ha vuel­to a la península acompañado de la bella mora Zorayda, y cuenta su conmovedora historia a los protagonistas. Esta historia tiene dos especiales atractivos: para los cervantistas, la posibilidad de que este episodio casi independiente (como el del Curioso Impertinente), disfrace una reflexión autobiográfica, y haya sido además escrito aún antes del comienzo del propio Quijote; y para los vele­ños, que parte de la historia del Capitán y su Zorayda trascurre, precisamente, en Vélez-Málaga. Lo que, por cierto, despeja la incógnita de aquellos que insisten en que la trayectoria del Quijo­te nunca pudo incluir la capital de la Axarquía: y es que no anda el Quijote por estos lares, sino el susodicho Capitán Cautivo. ¡Bas­ta con leer el libro en lugar de citarlo solamente!
Pues en el año 1998, un atípico intelectual veleño, el inestimable Antonio Jiménez, tuvo el ingenio de reconstruir los fragmentos de la historia del Capitán Cautivo de entre los citados capítulos del Quijote, y publicarlos como una novela independiente (que en rigor lo es por su estruc­tura). Y así, para quienes no quieren tomarse el trabajo de reco­rrer la inmensa extensión del magno libro castellano, pueden acu­dir a esta edición para descubrir más rápidamente de qué va aque­llo de "¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena par­te nos ha conducido! Porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga...", frase que pronuncia al llegar a la playa el Capitán, antes de saludar a su tío Pedro de Bustaman­te y dirigirse a la mencionada ciudad, "que a legua y media de allí estaba", y en donde permanecieron durante el término de seis días.
Ya de por sí, la idea de contar el Capitán Cautivo de manera inde­pendiente, a la manera de las otras cervantinas Novelas Ejempla­res, tiene su mérito ingenioso. Sobre todo, insisto, para regodeo chauvinista de los veleños, que son muy dados a estas efusiones. Pero afortunadamente, Jiménez no se queda allí, porque en rea­lidad lo más interesante es el estudio preliminar, en el que el autor acu­de a fuentes de todo tipo, bibliográficas y documentales, para inten­tar reconstruir el período en que el Manco de Lepanto recorrió las tierras del entonces reino granadino con el desagradable encargo Real de cobrar los impuestos atrasados; y en particular demostrar que efectivamente, tiene fundamento sólido la tradición popular que afirma que Miguel de Cervantes estuvo realmente en Vélez-Málaga, se haya o no alojado -como pretende tal tradición- en la conocida como Casa Cervantes. Una estan­cia que hace unos años ha vuelto a ser corroborada a través de un documento de la época rescatado y presentado a luz pública por el Ayuntamiento. Y lo que demuestra, por demás, que las elucubraciones de Jiménez no iban desencaminadas, hace ya más de una década.
Pero hay más: Jiménez desglosa, con la ayuda de algún colabora­dor experto en estas materias de cuentas y cifras que no suelen ser del aprecio de quienes nos dedicamos a las letras, los encar­gos de la Hacienda Real al autor del Quijote, y llega a la fundada conclusión de que fue una de las dos deudas que vino a cobrar concretamente a Vélez-Málaga, la que finalmente lo llevó a la cár­cel, al no haber podido dar cuenta de ella posteriormente. Espe­culación aparte de si Cervantes nunca cobró las "fantásticas cuen­tas de Vélez-Málaga", si las cobró y gastó el dinero, o si los avatares por los que discurrió la bolsa Real encomendada al Manco fueron los que lo perjudicaron injustamente; el caso que parece quedar claro es que fueron efectivamente aquellos 80.000 maravedíes veleños los que terminaron con los huesos de don Miguel en la prisión sevillana. En donde, amargado y desengañado de la rea­lidad de su época, comenzó a dar forma a su gran novela.
Conclusión esperada y sugerida: si no hubiese sido por "la culpa veleña", es decir porque el impago de aquella deuda que vino a cobrar a Vélez-Málaga lo llevó a la amarga experiencia de la cár­cel sevillana, tal vez el Quijote nunca hubiera existido. ¡Dichosa culpabilidad, sin duda, la de haber provocado la obra más impor­tante de la literatura española y uno de los libros centrales de toda la literatura mundial!
 ENRIQUE D. ZATTARA

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